Tirant

Una luz entra suavemente por una rendija del techo, el rayo nada más puede verse por un instante, justo cuando el sol sale entre el hueco que dejan dos edificios delante del teatro. Se trata de un instante mágico, lleno de sensaciones, de ternura, de esperanza, de ilusiones… Durante el corto instante en el que entra el rayo al trastero del teatro, éste se ilumina plenamente, y es en ese momento cuando los ojos de Tirant se llenan de vida, y es en ese momento cuando el rostro de Carmesina muestra su inocente belleza. Pero Tirant esta vez tampoco ha podido decirle cuánto la ama. Ellos son títeres, y hace mucho que no se dicen nada. Los títeres necesitan su alma, su sangre, su corazón – el de un titiritero – para hablarse, para decirse todo aquello que realmente sienten.

El rayo ha entrado por última vez, mañana los títeres no estarán en el trastero, alguien los tirará a la basura, nada más queda una noche, una larga y tempestuosa noche, donde la magia del teatro tratará de hacer el milagro.